Simón el Cirineo
Con la ayuda de unos dibujos repasaba con los pequeños del Colegio los personajes que ayudan a Jesús en su camino de la Cruz. Todos supieron identificar a la Virgen; algunos pocos reconocieron a la Verónica, y sólo uno o dos supieron nombrar a Simón el Cireneo.
En una novela de Amelie Nothomb uno de los protagonistas descubre a este personaje: «Simón de Cirene, ¿cómo no se le había ocurrido antes? Era el personaje más hermoso de la Biblia, porque no era necesario creer en Dios para encontrarlo milagroso. Un ser humano que ayuda a otro ser humano, por el simple hecho de que la carga que lleva sobre sus espaldas es demasiado pesada. «En adelante no tendré mayor ideal», se juró Pannonique».
Se sabe que los ajusticiados por crucifixión debían cargar con el patibulum , el palo trasversal de la cruz que pesaba entre 50 y 70 kilos. Jesús había recibido el tormento de la flagelación romana, por lo que no estaba en condiciones de trasportarlo. Ahí interviene el cireneo: los judíos van a celebrar la Pascua y no pueden incurrir en impureza acercándose a un condenado a muerte, por eso eligen a un pagano para que le ayude a Jesús a llevar ese peso.
Pero en el evangelio hay un detalle revelador sobre este personaje: «Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz» (Mc 15, 21). Cuando es escrito el evangelio los hijos de Simón son conocidos ya por todos los cristianos por ser parte de la comunidad. El cireneo tuvo la suerte de sufrir el peso de la cruz junto con Cristo, ¡y esto le llevó directamente a encontrar la fe él y toda su familia!
Cada día debemos cargar con el peso del trabajo, los problemas domésticos, los roces propios de la convivencia, y a ello se añade el trabajo que da cada uno de los hijos. Una vez entrevistaron a Emily Marcucci, que es graduada por la Universidad de Harvard y tiene 8 hijos, y le preguntaron si es difícil ser madre de ocho hijos. Copio su respuesta: «Seré sincera: sí. Pero tener tantos niños también tiene la ventaja de poder apoyarte en los mayores para gestionar a los pequeños. Mis padres —quienes tuvieron 11 hijos— me dieron muy buenos consejos. Por ejemplo, aquí todos saben que tienen que ayudar en casa, cada uno según su edad. Si no hacen su parte, saben que se produce el caos, así que cumplen. Tenemos un gran pizarrón en la cocina que describe el horario del día y las tareas de cada uno. Para educar a un niño tienes que estar dispuesto a la frustración, porque no siempre crecen como tú querrías —es más, casi nunca—. Así que educar a tantos niños requiere paciencia y buen humor. ¡No todas las casas funcionan con la disciplina militar de la familia de “Sonrisas y lágrimas”!».
¡Qué buena oportunidad esta Semana Santa para ayudar a nuestra familia con el ejemplo de Simón! Y enseñar con nuestro ejemplo lo que decía san Pablo: «Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6, 2).
Don Arturo Garralón.
Capellanía de Alborada