“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura»: el papa Francisco muestra que, en el misterio de Cristo, los signos manifiestan la ternura de Dios. Y san Ignacio de Antioquía dice que al Señor se le conoce en su silencio.
El tiempo de Navidad está anunciado por un Adviento donde la moderación y el relativo silencio de los instrumentos musicales en la liturgia son signos de la humilde espera del Salvador, de la plena alegría de su nacimiento.
El Verbo se hace carne y lo contemplamos niño: “infans», en latín, lo que significa literalmente “que no habla». La Palabra no sabe hablar. El silencio de Dios invita a la contemplación, a la admiración, a la adoración. El Verbo se ha abreviado, dicen los Padres de la Iglesia: el Hijo de Dios se ha hecho pequeño para que la Palabra esté a nuestro alcance, signo silencioso y tierno que pide amor.