El tiempo de adviento nos prepara para lo impensable: el día de Navidad nos inclinaremos sobre un humilde pesebre para mirar a un bebé, sin embargo, al mirar sus ojos lo que veremos en ellos será al mismo Dios.
Del mismo modo, cada persona que pasa a nuestro lado tiene un reflejo de Dios en sí mismo y si miramos con cuidado, al mirar sus ojos será Cristo quien nos devuelva la mirada. Un Dios que nos espera en el pobre, el desvalido, el débil, sí, pero que también nos espera en el que comparte con nosotros nuestro día a día.
Para el día de hoy intentemos, no solo ver algo bueno en los demás, por pequeño que sea, si no, con todo el cariño, hacérselo saber.
Alumnos 3ºESO D
Tutor: Juan Pablo Rincón García